domingo, 27 de diciembre de 2009

Deseo conceptual, excitación en paralelo.

Mengua la ciudad el oscuro lecho de la vida, ella que es infinita y periforme, ella que sólo ve las sombras y los recuerdos, me despedí con un beso en la mayor de las atalayas; respiro la delicada luz de los paseos navideños y con temor acaricio el bienestar de un ayer.

Hoy no es diferente, solo las nubes cambian, cada año los polos se mueven unos grados, hoy la noche cambian las sedas por los hilos de saliva.

Deseo el partir a mi exilio y no saber nada mas, deseo ser uno solo, morir y tener placer solo o en su caso comprado, pero a precio razonable.

Si el deseo sexual aumenta no pienso solo actúo y creo que eso me ha metido en miles de problemas, pero ese no es el caso. Amo la delicada ternura de pagar por ti, de tener que estrechar mi cartera con tus muslos y saciar el hambre de tu tiempo con embestidas salvajes. Y todo para que al paralelo pienso no en sexo, sino en como recuperar mi dinero.

jueves, 22 de octubre de 2009

Lullaby II

Canta junto a mi:

Sondeo la noche con el pueril de mis lamentos

muriendo las hadas copulan entre cigarras,

la lluvia de recuerdos futuros eriza el mausoleo de tu vientre,

los ojos miel, salen a jugar con la canción del fuego.

La noche es el hábito de los celtas, es poco tiempo para vivir rumiando.

 

Cuento las constelaciones que me enseñabas

las cuento en deterioro, mientras luciérnagas

llevan de la mano mi corazón sin latir.

 

Miro la ensenada, tomo un pez, muerdo la cabeza y sueño con el

oropel de un ayer.

No encuentro la dicha de no tenerte y menos la garua de risas

de si tenerte.

Eres la única en no jugar conmigo y la verdadera lástima de mi vida.

 

Una cancion de cuna es el final de mi amor por vos, de mi lamento

por tus ropas sin jirones y muñecas libres de dientes.

Terminar con el deleite de una luna carcomiendo mi ser.

Oigo como cruje la piel, siento las cenizas en mi sangre,

regreso al final de mi existir, después de vagar por un mundo

simple.

 

Canta la guadaña, la muerte de un pecador

cantan las niñas, la vida de un ladino

cantan los minutos la culpa de tenerte…

jueves, 3 de septiembre de 2009

Golondrinas Turquesa

Deposito una lágrima en el surco que hace tu cara con el suelo pardo, no tarda en recorrer los poros de tus labios y llegar a esporas de nosotros, mengua los ojos el rastro de mi tristeza y la delicada seda de la noche emancipa las coordenadas de mi cuerpo.

Te amo, dice la rosa de tu vientre, extraño olvidarte, mencionan las imagenes de tus pezones. las almas concubinas rezan por nuestra soledad mientras los espasmos de las cortinas nos regresan a la inmensidad, a la mezcla de los teléfonos y  la corrompida adrenalina.

Impíos la noria, el fortuito sonido del peso de tu cabellera, que como medusa entrelaza mis piernas con venenos, calcina mi cabeza, duerme mi alma y cual piedra el eslabón de mi humanidad se pierde en la golondrina de tus querelles.

Regresemos al lagrimal, y veamos que sucedió… todo empezó por la desnutrida lengua de tu risa, que no rima con la mía sólo gasta dulce saliva y llena de color las frambuesas, deposite una lagrima en tu mejilla y después el oscuro vertiente de un caballero recorrió con su aliento tu espalda turquesa.

Emancipado Cero o Vicios y virtudes

Para mis hermanos de sangre

El ciclo de mi vida es como el vicio de las margaritas…

Me gusta el sabor de las Nochebuenas con arroz, y descansar a la sombra de Malena, dormir en el halo de los puros y menguar en las casillas de los impuros, atraigo la lluvia cual garua a sabanas densas.

Las noches son sinfonías de grillos y lamentos de amores, de fantasmas sin precedentes y muertos con corazón más grandes que los aires andinos, cual altares las almohadas reciben gloriosas semen, llanto y sangre.

El vicio de las margaritas, es la virtud de los centauros…

Mientras Virgilio lleve a querubes a mis mazmorras, yo seré la virtud de la verdad; las norias no me rompen, solo aíslan los sonidos del llanto de mis letras. fraguan pensamientos idílicos entorno a rubicundas canciones.

imaginad cristales llenos de mariposas, de esferas coaguladas de ira, de tintura cabelluda, poesía ensayista y narraciones empedernidas, imagina toros en cantinas y borrachos en en cipreses, imaginad el sueño de los titanes.

La virtud de los centauros es la desgracia de mi fantasma…

Las huellas de mi andar no son amplias, ni estrechas, sólo llena de surcos, de circunferencias autistas, comparto mis desdenes con mis hermanos y los hago participes de mis atrevidas ensoñaciones, de mis pasiones virulentas.

Seremos dulces tormentas, seremos como las anchoas en la mezcolanza del sexo, cagaremos en el Cupido y violaremos alas y desgarraremos epidermis funestas, siempre viendo la virtud del vicio, corromper almas con cuentos golondrinas.

La desgracia de mi fantasma es como el amante de la lluvia…

…El durmiente colapso, caminante de estelas, las mujeres en la nieve, la dulces caricias de espigas en el vientre, los amigos con sangre de perros y sobre todo, sobre todo el sol aciago del balcón donde musitamos al vino y platicamos sobre amaneceres contando pecas… Emancipamos las deidades, las animaciones en jirones, nos llenamos de plusvalía con el dolor ajeno, el ajenjo de las rosas emancipo al tiempo cual Rayuela…,…

sábado, 15 de agosto de 2009

La Torre

Siendo menos de las 4 am, me despierto en un mar de sangre, con una cucharada de algo sustancioso, a primeras  instancias creo que es materia gris, o ganglios coagulados por tanta pereza de mi ser.

Las noches no han pasado como yo las recordaba, aunque claro pienso ello cuando entre sabanas egipcias me encuentro, rodeado de una cintura adyacente de carne pero si de huesos pulcros y meditabundos.

Colapsé…creo, eso es lo que recuerdo, me llegó la hora de terminar mi faena o algo parecido sucedió…

Un cuento sin plumas, aquel donde locuras y dadivas copulan con filosofías prosaicas y enterradas en el olvido de la humanidad, fui mimo en el desazón de la vida, ella me tomo del culo y me partió mi madre.

Un placer excéntrico que poco a poco involucre en mi vida, tal cual como ensebar mi piel con lactobasilos, ungirme de Wagner; mientras el crepúsculo y las mariposas mueren.

No colapsé; más bien tome un augurio que llego cinco minutos tarde y fui a parar a está torre, donde espejos y lobos son similares, donde orgasmos y celulares hieden igual de hermoso.

Siete cadáveres en filo de la madrugada, mis ojos acurrucan una imagen: la mirada del sanscrito melocotón de tus caderas, que extingue con fuego al holocausto llamado mi cuerpo.

¿Viviremos por siempre…?

martes, 11 de agosto de 2009

Las huellas de mi camino

I

Conozco las llanuras cuando el sol arrecia sobre los ganados, sé del páramo que no se consume a sí mismo; he conducido la siega de albinos, la violencia a las brujas.

Te puedo relatar como los hombres yerman las esperanzas de esclavos y negros.
Encontré el maleficio de Adán y enterré a hiedra y amapolas entre colmenas de nueces.
Medité nenías, poesías e infinidad de manías por el solo hecho de no tener que ahondar más en la desgracia.

Corrompí inocencias, mutilé rosas y desprevenido por mi aciago, la pureza del arroyo me tomo por sorpresa.
Maldecí alboradas, besé cruces, herí recuerdos ya muertos.
Sicarias imágenes copulan arbitrariamente entre los poros de mi piel al descubierto.

La nieve reza junto a doncellas de ágatas manos, que el diáfano perdón no olvide al orgasmo audaz de amistad.
La música de la mansedumbre de labios y piernas, arrebatan gemidos díscolos; la habitación de calor fausto, de precoz olor es inundada por filosofías, por multitud de manos y de promiscuas deidades.

Compré recetas de amor eterno a curas y a putas.
Tuve caricias helénicas rasgando la sedentariedad y obstinación de mi colchón.
Tatué besos en muslos, vientres y plantas; zurré a la bestia del calor omnipresente en la coyuntura de vapores gélidos de ansiosas lunas.

El alud descargado sobre piel,
recitó el verso de pasiones inconclusas.

La brujería imparcial de palabras sagaces y calumniantes, atesora más el tiempo en que paso mis días esgrimiendo mi paladar caucásico, para atraer hebras inertes de sudores enclaustrados en dientes, senos y sesos.

Las exequias de una piel magra y nácar, conjurada con rubicundas palomas, hechiza a éste perdido poeta, dueño de matrices desérticas, ha engañar a la vida, ha ausentarse del sueño y lamer migajas de besos.

Decepción por amor, denigrante es el hecho de llamarse enamorado.
Emancipado de caricias y gestos sublimes.
De manos ariscas y pies maltrechos, de uñas con más recuerdos que el obtuso cerebro, de ello padecí.

Te puedo narrar la odisea de mis manos, la aventura de mis brazos, la caída de mi amante.
He concebido el agüero a desdenes patronos, de tener bajo el agua a la dicha ajena, a la mujer de otro.
La mies del idilio ha comenzado, es tiempo de cazar a cupido y violar sus alas, comer sus flechas y cagar amor por entre las vértebras.
La muerte nos esperara en el azul misógino de caireles rubios o tal vez esté en los mosaicos engrasados del baño de uno o de dos.
Eso no lo sé, la inmortalidad de mis enfermos pensamientos hace que copie sentimientos, que proyecte rencores y alabé sombras de perfecciones.

II

Encontraré las páginas adecuadas para ensuciarlas de mis prosas más salaces y de mis más salvajes experiencias.
Re-inventaré soluciones rígidas a la hora de besar, amar y tener que compartir el halo de nieve de mis ojos grises.

Sudaré hiel, vomitaré pandrosos menesteres y ungiré deseos moribundos a la nueva piel de mis pesadillas.
Leeré a Sabines a la sombra de fulgores rojos y rugiré sentimientos tontos y amores toscos:

Veremos a la luna danzar con el diablo,
sintiendo a la muerte consumir nuestras caricias, mientras corremos de ciudad a la montaña sentados en dos pequeñas y lúgubres hadas.
Cantaré milongas y tangos, a sudores ardientes de colibríes claros, cuando tu boca no ría entre los cancerigenos vapores que mi alma tose, cuando encierre tu belleza en pómulos semi carmesíes.


III

¿Te conté cuándo musité locuras por un mar de piernas, de la vez que indagué en el cielo púrpura de unos labios pueriles?

Esa vez corrí con extremados celos hacia la sombra de las dagas líricas de su mirar, dormí en las alas de un ruiseñor y presioné la hiel de las venas translucidas de sus pupilas, para al final sólo conseguir refugio entre cedros amarantos y pozos truncados.

Traté del ser amo y barón de sudores volátiles, pero el azar de recuerdos y de aristas plegarias, discernieron voluntades y esperanzas.
La suerte en el campo de batalla mermó la fortaleza de mi choque, la cúspide de mi laberinto grisáceo.

He perdido melancólicas caricias, mientras los basiliscos fornicaban con ponzoñosas mariposas, el río de flores bañando las tormentas ninfas de ayeres, cadáveres de cabellos en la cama, ropa mancillada de besos desdénicos, todo era el perfecto Leviatán de nuestros cuerpos, que daban vida a fingidas clases de risas.

Miradas en juego, alumbre precoz recorriendo mentes, almas y saliendo por bocas; inundando sandalias, mojando alfombras y matando versos idílicos; el concepto de tu piel en mi piel, de tu aliento menguando el maravilloso cementerio de mis pensares y deseos, que todos los días me llamara prisionero, prisionero de la tortuosa corona de tus senos.
Tifones angelinos cerraron las puertas-catedrales de piernas envés.

Deseo ser aliado en la forma de mancillar ratas, de coger halcones sin almas.
¡Que los insectos carcoman nuestros sentidos, que polillas aniden en pupilas ágatas!

Pero la fuerza de querer tenerte bajo mi lacayo yugo,
trastorna la nobleza y manipula sueños
e ilusiones vacuas.

Ven, vamos a platicar, a conocernos más, mientas el mundo cae,
a jugar con muertas bananas, de perfume de mujeres casi santas,
a eyacular sobre la lápida de la promiscua virginidad.

Caminemos por las calles tapizadas de lujuriosas palomas sin cabeza,
por las avenidas llenas de perros-terciopelo, acariciados por estrías de neumáticos.

Ven, y seremos como los ventanales arrasados de abejas, de esas que quieren penetrar piel y morir dejando parte de sí, seremos como gardenias resguardadas de la desnudez de una hoz milagrosa.
Patán alfaguara, jugosas alabardas, son juegos de cartas irrisorias en ciénegas melosas de antónimas caricias.

He contado las alboradas necesarias para ganar el corazón anhelado,
conjugué palabras y acciones en un corolario de bugambilias, de esperar almendras al ritmo de labios frígidos.
Narré fulgor en la presencia de oscuridad eterna.
Sentí la confusión de manos triunfadoras,
amé y morí por un Aldebarán, atrapé a ninfas en el cuello de cisnes,
coleccioné recuerdos histriónicos y,
jugué con las coplas de besos fallecidos.

Limite al sentimiento de amor; patrociné al desdén maldito y sólo por no actuar como su voz me lo indicó. Fui el abogado del diablo, profesé lamentos e injurias…
creí que la verdad oculta tras las cadenas del papel de redentor eran necesarias.
¿Me equivoqué?
Claudiqué dos veranos al mancillar azucenas, de bruces besé, idolatré; escondí mi dolor entre rosas magras.
¿Cómo el sufrimiento perenne es sinónimo y conjugable del adverbio amar?

Ahora que siento las huellas de mi camino narrándole al vientre desnudo de la vida mía; veo claramente que las penas y amores, que los infortunios y pasiones son de la misma calaña, de la misma especie, que la lujuria en sábana blanca, el perdón dado a cuentagotas, la decepción jubilosa, la férrea mansedumbre y la penosa mortalidad;
nos hacen sacar juicios premeditados, pero al final de la prórroga del canto de la luciérnaga comprendí que el universo que existe entre la vida y la muerte es sólo
el interludio de la próxima inmortalidad.

Carnaval

En si este es un experimento, lo hice para jugar con los sonidos y la forma de escribirlo:

Azul menguante en rosa,
las casas sin ropa, las rosas titiritan,
las bocas sin alevosías, los besos conjurados
en maratones neolíticos, el amor sin son y sin calor,
donde dos no es la premisa del juego, pero donde uno
impone el tormento de morder y comer
frutas en los senos, insectos en las yemas,
dormir en el carnaval de las azucenas.

Dormir en el carnaval de las azucenas, las
yemas plagadas de insectos, frutos como senos,
tormento de comer y morder es impuesto,
donde uno es la premisa del juego, donde dos
es maratones neolíticos, calor y son sin amor
conjurados en besos y alevosía de bocas,
rosas titiritan por casas sin ropa,
rosa menguando en azul.

Rosa menguando en azul,
la epidermis del redentor, lúcido y fugaz
sonríe al verbo del cuervo vinílico,
con aroma de cuadernos casi extintos,
de razas de frígidas estocas, de sumisas alboradas
la noche en julio, París en miedo
por la crepuscular segadora,
traída y resucitada en el carnaval de las moras.

Traída y resucitada en el carnaval de las moras,
la segadora crepuscular por
la noche de julio, miedo en París
de razas alboradas, de frígidas estocas, sumisas,
casi extintas, con aroma a cuadernos
vinílicos, del cuervo al verbo, le sonríe
fugaz y lúcido, la epidermis del redentor,
menguante azul en rosa.

Menguante azul en rosa,
uñas idílicas, la penumbra desflorando nardos,
keroseno impregnando cíclopes tomillos,
lujuriar máscaras, injuriar voces inocentes,
cantar arrullos y mezcolanzas a niñas
pardas; ser vampiro y robar el grial lleno de ajenjo
de sombras de musas verdes, de corazones inmolados,
todo por el azúcar del carnaval de las juntas.

Todo por el azúcar del carnaval de las juntas,
los corazones inmolados de musas verdes, sombras
llenas de ajenjo grial; robar al vampiro pardo,
a niñas arrulladas por la mezcolanza de cantar
de voces injuriadas inocentes; máscaras lujuriando
al impregnado tomillo de cíclopes keroseno, de
uñas idílicas; desflorando nardos la penumbra,
menguante rosa en azul.

Menguante rosa en azul,
la capoeira salaz esgrimiendo paradojas funestas,
llenando al caporal de espigas, inundando cortinas de
nubes recogidas; siena locura, taciturna terquedad de
lomas de peyote, postrados en el alavés de las larvas,
las generosas manos vistiendo antónimos diagramas dulces,
dibujando praderas jicaques, hurañas melancolías
viviendo en el carnaval de melodías.

Viviendo en el carnal de melodías
se dibujan melancolías jicaques, praderas hurañas
vestidas de antónimos diagramas dulces por manos; las generosas
larvas del alavés peyote, se postran en lomas
de terquedad taciturna; recogidas las nubes en locura siena,
las espigas llenando cortinas, el caporal inundando
de funestas paradojas a las salaz capoeira, esgrimiendo
menguante de azul y rosa.

Menguante de azul y rosa,
las ráfagas celestes matando a parias dedos,
comiendo mariposas de hielo. El fulgor de las tardes
mece el reflejo de las notas de un piano sin pasado,
canta al nocturno quebradizo de la estatua fausta,
conquista vértebras, rompe juicios.
La claridad de las noches besa al vendaval en sollozos
y el carnaval de las bocas, agoniza en pueriles versos.

Y el carnaval de las bocas, agoniza en pueriles versos
de las noches en claridad por el beso del vendaval, en sollozos
rompe vértebras, conquista juicios,
fausta canta la estatua quebradiza al nocturno
pasado del reflejo de las notas de un piano, mece
el fulgor las tardes, de hielo comiendo mariposas
ráfagas, a las parias matando a dedos,
azul menguante en rosa.

Azul menguante en rosa,
el carnaval de las azucenas, tropieza con las manos ebrias,
el carnaval de las moras, ilumina los celos helénicos, las manos locas,
el carnaval de las juntas, exorciza besos, claudica universos en runas,
el carnaval de las melodías, hechiza caricias híbridas, muerde lamentos en guijas,
el carnaval de las bocas, opaca los cabellos besando pieles, discerniendo en horas
de querubes esperanzas, de coplas manos, de labios en primavera
recitando extremos en el carnaval de la vida índigo.

Recitando extremos en el carnaval de la vida índigo,
las querubes manos, las coplas esperanzas, la primavera de labios
opaca el carnaval de las bocas, pieles besando cabellos, horas discerniendo
caricias híbridas, lamentos hechizos en guijas, el carnaval de las melodías muerde
besos, exorciza runas, claudica el universo en el carnaval de las juntas,
las manos helénicas, los celos iluminados, el carnaval de las moras, locas
las manos tropiezan con las ebrias azucenas en el carnaval
azul menguante en rosa.

Azul menguante en rosa…

jueves, 6 de agosto de 2009

Reflexión no. 1

Hoy no tengo ganas de hablar, ni recordar los noctámbulos de tus besos; ni mis deseos indómitos y andaluces.

No tengo ganas de morir, ni soñar con el tenue fulgor de una risa mansa, no tengo ganas de seguir cortando mi garganta ni de reflexionar sobre mi adiós.

Hoy,ya no tengo simpatía por mi vida, mi mucho menos de seguir con la violencia de mis pasos sobre el camino de brazas.

Tengo ganas de ver el eclipse, de escamar mi lengua y soñar con las entrañas de niñas.

Hablemos en serio…

He contado las uñas de soles, de las noches sin uvas; comí en el Tanabata el efluvio de las pieles y, entre mis deseos, sólo encontré huesos y cadáveres de música.

Agradezco las luces del alba, las dulces mascaras de la televisión, aquel sonido que despierta  ropa interior. Se cómo narrar el amor de los pumas en las vértebras de los olvidos; Pero…

Hablemos en serio, soy el que no ha muerto y el que vive junto a la leña de sueños, la bestia de Canciones, el que debió escribir el idilio de la muerte.

La medusa de los vivos, la rosa celeste de amantes infieles. El amor de regalos sin placer y orgasmos llenos de ranas. Soy el olvido y la naturaleza del espejo.

La caída de piernas, las huellas de casas enclaustradas. El Frío de los juegos…

Hablemos seriamente…

Soy el que no está ahí, el que esperamos y los que no somos, el azar de besos y el desenlace de la rutina, los minutos perdidos y la gira de las aves rapiñas, encontré en el fondo de mí, un sólo pastel, el cuál rezaba, “Bienvenido a la última de las lágrimas…”

viernes, 31 de julio de 2009

la última vigilia

Asiendo las puntas de los dedos, de aquellos que fríamente se enroscaban a mi sexo; tomo un sorbo de aire. Luego otro y no puedo parar el rezo de mis caderas que, junto con la boca del diablo, hacen que la tronera caiga en aludes de estrellas.

Rimas, las consonantes de tus piernas, el arrozal de tu vientre y la blanca mansead de los tirantes turquesas de tus bragas; hipnotizan el cavilar, la razón de mi lluvia.

Encuentro perenne la cama, la arbolara detrás del espejo. encuentro el rastro, el mapa de tus labios sobre sabanas melancólicas y llenas de ácaros. veo el taciturno y, tenue, almíbar de mi pene salir y cerrarse entre senos y nalgas de miel.

Toco, persigo cual errante perro las ascuas de tus pechos. la niña de tus manos. los besos de ayer, de aquellos cual juguete se asieron a vellos y uñas, ahora son recuentos de perdidas faenas.

Entre letras y ranas, el tenue suspirar de tu piel, la decadencia de nuestra nula amistad y gestos entrecerrados. es causante imperativa de nuestra vigilia. de aquella donde no fuimos y somos, donde la ultima vez comí cal rellena de amor.

Asiendo los asares de cabellos, de dedos de piernas, veo el reflejo algoritmo de nuestras sombras, ellas rumian en un inconsolable baile de lujuria, nosotros en lecho meditamos la siguiente usanza de palabras.

El vestigio de la violencia: la venganza de tertulias; en el nombre de mi Dios, convoco la pasión de tus heridas.

miércoles, 29 de julio de 2009

Piedad: Mi nuevo amigo

Ayer me di cuenta, de que lo importante en la relaciones humanas no son las ascuas ni los orgasmos, sino el hecho de no ser más que el otro, de complementar y ser idóneo en la relación que puede existir o llagar hacer.

Mis amigos en el entorno, yacen cual avispas en arrozal de sangre, necio cual sabio iracundo pido el sufragio de las pieles mansas.

Ayer caí en el dulce pecado, ese que deja el aroma a narcisos y a pardo seco, a dedos llenos de semen y sabor a nueces; tosco y brusco perdí… gane la amable sonrisa de tu sepulcro y cual hedonismo puro tus labios impíos se desplomaron a la fugaz ambrosía de los tulipanes.

Aquellos tulipanes, que se llaman vellos, que se sienten como pezones amargados.

Mi piedad, mi hermosa niña de aras dulces y trasero virgen. Ven. Dancemos al tono del copal y, mientras la mirra y el incienso de la muerte copulen en los pulmones; tu y yo seremos tácitos.

domingo, 26 de julio de 2009

Día de lluvia

Pensado en la semántica de los cuerpos, la televisión aprende el arte de no estar presente al tiempo que la excitación hace gala de anfitrión.

Sentado, invirtiendo mi tiempo en inventariar las emociones interrumpidas al unísono del ruiseñor con i de por medio, llego a una conclusión:

Un beso. Un cuerpo calmo. Un torrente angustioso de orgasmos, un país lleno de Alicia pero sin una verdadera dama. Dos milagros hechos piernas sureñas, bañadas en exangüe de besos. Tres pecados más cuatro embestidas presurosas y un lago cenit arramblado de letras sin dueños. Siete peldaños, en tres recamaras; las prendas adornando el ámbito frio de un directorio, que no está en el piso.

Cuatro gestos y nueve gemidos, la fogata in usar retrata sombras que no hacen el amor, solo juegan con astillas. Gobernando la lluvia, los días no mandan, sólo enaltecen las sobras de un ayer sin un mañana.

Ayer suspendí el idilio de un recuerdo y cual baile de noche, mi vestir fue hecho mierda con el adiós perenne del arcoíris.

sábado, 25 de julio de 2009

Me encantaría que no existieras

Uno viejito que no me gusta del todo pero bueno…

Veo que me pierdo en un sin fin de deseos, que aparezco con el alma desnuda y mi pasión desgarrada, que mi vida no vale, que mis ojos no ven más allá de tus labios.

La tortura de tus manos hace estragos en la forma de adorarte, te amo mucho más y con el cálido roce de tu sonrisa alucino.

Qué decir de tus ojos que me deslumbran al unísono de tu voz, qué decir de tu faz que me hechiza y me hace vibrar.

¡Dios, eres tan hermosa!

Dos luceros de plata alumbran el firmamento de mi razón, dilatan el sentido de amor de mis caricias que añoran tenerte junto a mí una vez más.

Pero me vuelves loco, no creo poder seguir viviendo así. Desearía que no existieras.

Si no existieras, mis noches se harían más cortas, mis lágrimas de amor reposarían.

Si no existieras, mi razón descansaría. Si no te viera mi alma no se ahogaría en un llanto de amor.

Si tus ojos no existieran, mis sentidos volverían a la realidad.

Si tus labios no existieran, mi corazón recuperaría el aliento.

Si no hubiese una sonrisa como la tuya, mi mundo no tendría que colapsar al verte.

Si no existieras, mi tonto amor ocioso osaría estar.

Si no te viera, mis humildes besos no serían conquistados por el abrazante sedante de tu risa.

Pero si de verdad no existieras, no habría mundo, no habría amor y no existiría la poesía. No existiría yo.

La calidez del yugo de tus ojos es más devastador que la ardiente Troya.

La maldad de tus labios carmesí advierten a mi canalla alma, que poco a poco se va despidiendo de tu amor.

Y al fin, no hubiera felicidad por sentir a tu cálida sonrisa.

Mi dulce ángel de amor, no puedo respirar, ya casi no puedo vivir sin el acosante recuerdo de tus ojos. No puedo dormir, no puedo descansar, no puedo sentir los espasmos de amor que nacen al ver tu hilarante faz de belleza.

Desearía tener obsidianas en mis ojos, para que cada vez que te veo, no me pierda en el fulgor de mi amor.

Desearía tener la sangre fría, para poder acercarme más a ti, porque estando cerca de ti, mi corazón arde de esperanzas añejadas, se funde con el elixir de los tiempos, se ahoga en un mar de lágrimas, se sienta a contemplar la música del ruiseñor de tu cara.

Desearía que la luna en la tierra me consolara, que en un tenue murmullo me confiara el sentimiento de amor, que me contara la calidez de tu alma, la dulzura de tu rostro, que me entregara la perdición de tus besos, que me dejara…que me dejara besarte al compás de mi lágrimas, que me dejara tocarte, amarte, burlarme de los que no entienden el amor que hay en mi.

Desearía no ser humano. Desearía que no fueras tan hermosa

Quisiera que mi vida se apagará, que tú me acompañaras en la fantasía eterna de mi melancolía de no ser el guardián de tus sueños; una infinita locura, un frío ensordecedor, un fugaz suspiro que no me permite apartar de mi mente tus labios, que no me deja descansar por las noches, que no se aparta de mi un solo instante.

Quisiera que mis besos no fueran recibidos y mucho menos respondidos, deseo con toda mi alma que tu fueras mía, que fueras la energía de mi pasión desbordada.

Ya que si no existieras, si no hubiera una hermosa locura como tú, mi corazón en mi pecho no explotaría al sentir tu mano cerca de la mía, y mi alma no desfallecería al sentir tus cálidos labios tan llenos de amor. Y mi cuerpo no tendría la necesidad de enclaustrar sus penas en las manos del llanto. Y yo…

Yo no sería un poeta, no sería humano. Y nunca mi corazón hubiera derramado lágrimas al escribir esta pequeña reflexión.

viernes, 24 de julio de 2009

Noche primaveral

Común es luchar sin puños, encontrarse entre hombres ensangrentados y madres pariendo bastardos; de singular notoriedad son las palabras que se han dicho de aquellas que proliferan en las ascuas de los caídos.

Noche en primaveras, las cigarras copulan en el neón de la ciudad, que cual hemorragias, cientos de humanos; minúsculos seres cortan a derecha y arriba, de abajo a izquierda para no desplazarse a ningún lugar.

Juntos, alcohol y humo, separados la piel de mis entrañas con el alicante suspirar de la brisa de un mar de otro país, aquel que de noche acaricia tu pelo, lo llena de sal, seca el pigmento y cual boca de lobo lo regurgita en el ámbito de la alcoba mía.

Lluvia canta con la serenata de los gatos pardos, de aquellos que roban almas y comen humanos.

La noche en primavera es la alusión, de como las bocas no se encuentran, de como Kafka encuentra lógico la relación que no tuvimos y que nos amamos, que casados moríamos solos, cada uno con su pareja en 100 años después de la noche en que nos conocimos.

Nieve baja por las escaleras, murciélagos hacen muñecos en ella, la humedad llora por los cerezos verdes.

Absurdo es no encontrar tus labios de piernas bañadas en la ducha de la cama, tomando mis brazos y asiendo mi alma; dos equipos entorno al infierno, las campanas tañen por el cariño que tenemos. Común es la muerte y las despedidas, las lágrimas y los orgasmos, sin sentido pleno son las bienvenidas y los números de ocasos.

El ocaso dispara las venas. La tierra se mueve. Vertebras cuál látigos dicen “hola amor mío”, el día me anuncia cómo ella dio vuelta a mi cuerpo y siguió con la usanza de buscar otras letras en hombres de sombras.

No la amé como quisiera, no encontré dentro de ella, aquellos gritos que adoro, que contra la pared mis dedos entran y salir y encuentran placer… Soñé con violar tus ideales.

Y cuál noche en primavera, mis instintos querían encontrar tu sonrisa, tu alma y aquella ternura que deambula como brisa en el común de mi cuerpo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Casiopea

O encuentros predeterminados.

El viento nos tiñe de un azul, de ese que nos da poder, de aquel que es la sombra de banderas enrojecidas.

Entre artería de calles, donde el vacío es el ámbito de siempre, las modas son las causas de los ayeres y los mañanas el río de los perdidos,

Se encuentra las sabanas prisioneras, los tules teñidos de sueños con sangre Aranjuez.

Todo lleno de pudor, el aroma dice amor y los pensamientos piden la carne de los amantes

Indispuestas las envidias, el perdón de los hermanos quedó en el génesis…

Ahora lo importante son los gritos, gemidos que nos llevan a la realidad. que nos ungen de un reino detrás del sol.

Cumplimos con la promesa, dejar años y exiliarnos en la piel del otro en la muerte de uno.

Aquel día cual semita erigí mi voluntad, mi sexo con la dureza de tus besos.

Recibí latigazos y amores desconcertantes. imagine pieles y múltiples piernas.

El final, a mi manera perdí mi libertad, corrompí el día rosa, pero feliz orbite en placer.

viernes, 19 de junio de 2009

Girasoles cerca del mar

Cuento con el que participe en el concurso de cuentos en la universidad… y perdí… que poca madre…T_T

Sunflower de Henri Mancini inundaba el lobby del hotel; el destello abrazaba a cada persona que entraba y se depositaba sobre los sillones de gran color, mármol teñía el reflejo de los ojos, sangre canario; un tono de insurrección.

Entré en la misma habitación de siempre. La 315 se encontraba en el cuarto piso, siguiendo la numeración de los 400, por eso me gustaba; era como yo, una situación en un contexto diverso. Como era de esperar acababa de ser desocupada por una pareja idílica. Me tendí en la cama sintiendo el calor perenne, la pasión arramblada entre amantes. Mis ácaros, aquellos fieles guardianes reposaban sobre el tul aún mancillado, comían, crecían y copulaban de las hebras dejadas atrás. Sin abrir las cortinas aspiré el sudor, imaginé el crujir de las vertebras sobre el lodazal, cinco minutos después me mareé de tantas emociones, al sexto minuto llamé al ama de llaves para que otra ves, como cada quince días limpiara la habitación mientras me bañaba y tarareaba un soliloquio de Murakami.

Tendido en la cama completamente desnudo, apoyé mis pies sobre la cabecera, mis manos tomaron la navaja de rasurar de mi cuello, la rutina empezaba:

-Recuerdo el sentido de momo al tener que marchitar rosas en invierno, mi cuerpo siente la muerte roja; en la boca del amén la noria no entra, emancipado de bienes y de salud mi muerte es el inicio de las confabulaciones empedernidas. Soy el desdén del salmón, veo al cielo y no puedo volar, siento mi cuerpo cuál costra en rinoceronte, necesito el pecho de mi madre, el Aranjuez de una primavera llamada mujer, el tiempo del gusano en el cadáver empieza a ser más, más lento-.Musité para mí una y otra vez.

Cerrando los ojos, deposite mis manos sobre la cama, todo giraba, el tictac del reloj de mi muñeca sonaba cada vez más fuerte. Tic, las cortinas cambiaban al asfalto del tren que estaba cerca de mi casa, tac, el sonido de mis pulmones cuál rosa en otoño daba de comer a ratas pardas, tic, el hambre reanimaba viseras, tac, el vagón entraba a mi izquierda, tic, Sunflower las notas detonaba ambrosía sobre mi alma, tac, los pensamientos en fulgor aparecían delante de los ojos de las personas, tic, mi cuerpo despedía toda clase de segregaciones, tac, mis manos tomaban mi pecho pero no sentían los vellos de él, sino que llevaba una camisa roja y un pantalón de pana blanco y en mi mano izquierda una gabardina bastante gastada, parecía la bandera de un país que perdió en la conquista de masas, el frío en mi cara era real, el viaje había comenzado. Tic…

Subí al tren, el vació me recordaba a la ducha de esa tarde o mañana, baje 3 estaciones más adelante, las sombras jugaban a un danzón sin piedad. El aire tomaba la ropa y la esparcía sobre el terraplén. Frente a la iglesia se encontraba mi contacto, no dijo nada. Me tendió la mano y en ella un sobre carta apareció como un amigo inesperado, vestía casual. Playera polo y mezclilla en sus piernas, zapatos color tabaco y un cinturón con una marca bastante distintiva, pero no me acorde cual era, solo veía una “x” en él. Me ofreció un cigarro pero lo negué mientras miraba el interior del sobre. El nombre de un violador, un rostro casi exiguo veía tras él, “no era la usual cantidad de dinero pero me serviría para comer un mes”, pensé.

-Las luciérnagas dicen que la noche será un coágulo, cuidado tendrás, la niña de pelo rojo animará la parte muerta de tu vida. Muerta cual…

- ¿Muerta?, ¿el autismo de tu cuerpo ha evolucionado a simpatía por mí?-. Le respondí mientras caminaba por la calle hacia un bar atestado de moscas.

“¿Niña de rojo?, reanimará mi vida mientras tomo tantas otras como astillas en mi cuerpo”. Con sarcasmo imagine miles de niñas rojas. El bar rebosaba de feromonas, los bits del Dj atrapaban cuál garúa las miradas y cuerpos de presentes. Aguardé dos horas, tras beber dos whiskies de dudosa reputación, fui al baño a cambiarme, no era complicado suponer que abordaría alguna mujer joven de entre 18 a 22 años, de cabello largo y negro, y con apariencia de estar sola y ser su primera vez, sabia esto por la información del sobre. Tomé una imagen de la biblioteca del contexto antes visto en la calle. Con mis manos fui copiando aquel dibujo: posé mis manos en mi cabeza, con las palmas como agarrando una hoja fui dibujando los cabellos negros cual azabache, los rasgos femeninos con suma delicadeza y amor desfigure sobre mi tez, el color de mi piel era blanco, los ojos sin lentes avellanados, labios pueriles con dotes de pasión y cual lolita vestida para buscar un desliz funesto, el cuerpo impregnado de perfumes ambiguos, todo listo. Ahora a esperar.

En la barra pedí un bloody mary, con presura ya estaba en la segunda ronda. Detrás mío siento la mirada de alguien, viendo más allá de los muebles, escaneaba el olor de mi entrepierna, el sudor de mis pechos, clava sus ojos entorno a mis piernas ceñidas y preso con fausta audacia se presentó y empezamos a platicar de trivialidades, de aquellas formalidades necesarias para hilvanar una relación de una noche. La verdad no estaba aburrido.

Por más que intentase no recordaba una platica más allá de tres o cuatro oraciones con algún vecino o con un ser real, casi no salía de mi cuarto. Mi mente era el mundo a donde pertenecía y allí vivía, amaba y tocaba a pieles dadivosas. Me encontraba harto de actuar. Le dije que me sentía cansada y que quería tomar aire. Salimos y, cerca de su carro sentí un golpe seco en la nuca. “El viaje va por buen camino”. Pensé antes de soltar un débil suspiro.

El timbre de mi celular, Dream on de Aerosmith, sonó a todo volumen, era una alarma predestinada para estás situaciones, la había puesto antes de salir del baño. No podía moverme, intente asir el celular pero amarrada de pies y brazos estaba, sentía el pensamiento en alguna parte del cuarto. Mis ojos sesgados por pañuelos herrumbrados. Mis pantaletas arrancadas. Sentía un peso sobre mis extremidades. Reí a carcajadas. Sentía como la rabia en mi cuerpo caía una y otra vez. Mies huesos húmedos de sangre tomaban su configuración predilecta, mi cuerpo real tomaba vida. El pelo largo en el suelo quedó, mis muñecas roían mi cuerpo, oí un grito desesperado. Me levanté y como un perro estire cada tendón y hueso de mi haber.

Del susto, el sujeto que instantes atrás quería violar mi pueril imagen, tropezó y contra la pared paro al caer.

-¿Sabes? Ahora soy tu amigo, espero que no hagas algo estúpido para que esta hermosa amistad termine. Tengo entendido que eres el que atesora muñecas primerizas, me hubiese gustado ser un compañero de vicisitudes, encariñando magras piernas y cortar gemidos. Tengo ganas de estrenar una hermosa “arruga” como tú la llamas, saborear una vagina pulcra. Pero hoy será una exquisita función-. Susurre al quitarme el último vestigio de mi secuestro.

Podía sentir los surcos de la cama, oír el tema de “El ultimo de los mohicanos”, los violines llorando la perdida de un amor. Concentrarme era una tertulia ambigua, ¿era demasiado tiempo el que había invertido en este trabajo?, no sabía la verdad, pero tenia que apresurarme. El contrato no explicito, rezaba claramente que debía estar muerto. En esa realidad me costaba trabajo seguir en pie. Podía oír la lluvia contra el pavimento, el sol a medianoche en aquel cuarto sin ventanas, las dos realidades empezaban a marearme… Tac, Sentía nauseas, el peso de mi cuerpo era demasiado, rodee por la cama y en seco al suelo de pecho caí, el hombre al que debía matar, que antes al tropezar estaba recargado en la pared semiconsciente por el golpe contra esta. Tic, entrecerró los ojos y murmuró un deseo, algo así como una oración a una estatua. Tac, con presura le tome de la cabeza, podía ver que mi siniestra que era más fina que la otra mano, con carmesí en mis uñas, pero el pulgar rodeado por el anillo de platas con grecas que siempre usaba. El ojo derecho enmarcaba la alfombra con vomito del hotel, el izquierdo veía como la cabeza del antes vivo violador era azotada una y otra vez contra el suelo y como mis puños destrozaban cada hueso de su cara. Tic…

La sangre se perdía en color ocre, cuando llegue al hotel era de mañana, ahora las corinas confabulaban con el ocaso o eso creí, sentía cada hueso de mi cráneo al explotar cada pensamiento, no recordaba si estaba muerto el paquete o fue un sueño, algo recurrente cuando se hace este viaje. El segundero se detuvo, el sonido se perdía ante la televisión y la poca concentración me impedía seguir atento a él.

Tomé un baño, la navaja de acero inoxidable me recordaba que está era mi realidad. Siempre era lo mismo, despertaba con una resaca en todo mi cuerpo, vomitando pestes y perdiendo algo: recuerdos, cabellos, huesos, músculos o incluso miembros. Delante del espejo el vapor encerraba la última clausula del contrato, al contemplar mi cuerpo desnudo conté mis huesos, faltaban dos falanges, el dedo pulgar e índice de mi mano izquierda. Ello era mi pago. Sentado en la cama cambiando los canales de la televisión, me vestía sin ningún pensamiento concreto.

-Tú eres como yo, haces lo mismo que yo. Pero, ¿sabes? Últimamente eres más débil- dijo una voz dulce cual anís en primavera.-Hiciste un trabajo algo tosco, no eras tú, ¿verdad?, no te sentías bien, te comprendo-. Concluyo.

Adormecido mire a donde creía que estaba la dueña de la voz, el espejo se encontró con mis ojos. Detrás de mi una niña de rojos cabellos, desnuda, sostenía un cuchillo de bronce. Respiraba con dolor. Creí que sólo había perdido dos dedos, pero mi pulmón derecho colapsaba cada vez que aspiraba. Sostuve la mirada azulada de la doncella desnuda, los insectos de la cama rumiaban el aire, no dije nada. Ella, con la mano derecha toco uno de sus pecho, en ese momento vi que su pezón derecho había desaparecido.

-He perdido mucho antes de ganar algo.

-Quédate en silencio, todavía no encuentro el lugar de mi cerebro, sabes bien como es esto-. Contesté mientras volteaba para verla mejor.

No debía de tener más allá de 16 años, pecas cual constelaciones anunciaban el virgen prado de su pelvis, su vientre adornado con un arete de ópalo hería mis intenciones sanas. Sus pechos cual golondrinas en aire caliente erguidas y listas para remontar el vuelo a reflejo, el pelo enredado en su cabeza, los labios mordidos, no sé si por deseo o alguna manía.

Sin embargo en esta realidad podría ser hombre o mujer, niño o animal, todo dependía de cual fuerte era el poseso. El cuchillo reflejaba sus piernas débiles y blancas. Parecíamos amantes antes de concluir el coito, ella esperando cual tormenta en el sur del país, yo sirviendo como tierra para esa lluvia; la veía con hambre de fundir huesos. Organicé la situación, movía las piezas en mi mente, sabía que iba a morir, estaba cansado y aún no sabía a ciencia cierta como había llegado ella a mí. Tomo mi mano izquierda, examino los dedos engullidos por el sueño y sonrió complacida.

-Eres como soñé cuando niña junto al paraíso seco de mi cuna, me preguntó si me quitarás el halo de mi pesada virginidad como en mis fantasías, ¿acabarás despedazado al ser consumido por la voracidad de mi cuerpo?

-¿Quién eres y cómo has llegado a mí?-. Pregunté con aire aciago

-Por el contacto llegué a ti. Soy un viajero.

-¿Qué desea tu cuerpo, tu mente?-. Sonreía antes mis interrogaciones.

Sentándose en la cama justo a la derecha de mi cuerpo, sentí un calor mojado en mis sienes, el vapor de su cuerpo acariciaba la dulzura del lugar, el canal de música anunciaba éxitos del ayer, no entendía las notas al salir del aparato ni los colores que agudizaban la melancolía, me gustaba verla observándome, imaginando cada poro de mi cuerpo al sur de su tez. El espejo engullía los ecos de nuestras voces. Cerca de 10 minutos siguió la danza de miradas y sexo sin calor. Me dio un sobre azulado, era una señal de que un íntimo final se acercaba.

Quise regresar a mi tierra, ver las lunas de octubre y saborear la brisa de la ribera cerca de la hacienda de mis abuelos, cerca del final del mar turquesa

-Podemos ir allí, sígueme, no tienes porque temer, es algo necesario. El final de las lenguas como el de nosotros es así, consumidos por otro, para ser otro-. Dijo cerca de mi boca.

Con el dedo marco una silueta en el espejo de la pared. “Los nahuales son tan bellos de noche”. Pensé al acercarme al espejo. No era el ritual de siempre, no rece mi seguridad, mi inicio de todo. Ella en el filo del espejo estaba.

En el mar negro, sentí un cuerpo dentro del mío, los ángeles nadaban con ropas de hace mil años, la niña de rojos cabellos con el mar hasta la cintura miraba como mi cuerpo era menos que en el hotel, pague un precio excesivo por no tomar precauciones, las oraciones que decía no eran al azar, fungían como amuletos y catalizadores del viaje

-Recuerdo el sentido de momo al tener que marchitar rosas en invierno.-Repetía para mí y una y otra vez.

.El aire recitaba a Mancini, los girasoles estaban cerca del mar. Entorno a mis labios la niña de cabellos rojos posó sus lágrimas. Sentía los dos pensamientos arramblados en el mar turquesa, toqué mi pecho y ahí como siempre el pezón derecho no estaba. Recordé el sonido áspero de mi garganta al ser atravesado por segunda vez. El cuchillo de mi mano en la arena cayó.

Detrás de mí un hombre extendió una manta. Me ofreció un cigarro y con gesto de asco lo ignoré.

martes, 16 de junio de 2009

Ambrosia de Cuerpos

La constelación de las prendas cerca de aquel mar, el destino acurrucado entre los vapores salaces de nuestros latidos; sensatez, audacia… la mujer en mis brazos al natural, muere sintiendo el amor de mis dedos sobre sus labios.

El amante fulgor de su risa atraviesa sienes, manías llevando nenías al paso de mis besos; marcas en arena, narrando maneras de besar piel, el sol escondido cerca de las caderas, iluminaba la melodía de sus manos sobre surcos en mi pecho.


Bocas jugando con dátiles exiliados, lenguas abrazando el entrecejo de palabras aún no dichas, manos intercaladas junto al sándalo de la espuma marina, el lugar común de la playa era vorazmente inducido a tenues miradas, a crepusculares recorridos de poros.

El tiempo adyacente con el que rendía fijaciones al sudor de sus senos; sólo inmolaba murmullos cerca de mi cuello, mientras sus vertebras se fundían en mis dedos.

La derrota de las voces en los cuerpos, la claustrofobia del llanto por su boca.


En pie cerca de la tarde, abraza con piernas y gemidos al halo de mi espalda. La noche anticipa los miles de susurros al conclave de nuestras almas; Seda, dátiles, ambrosía de cuerpos esparcidos entre las camas funestas, los juegos sin presura venían y morían.

Turquesa, el grisáceo de mis yemas entre el turquesa de sus piernas. ¿Por qué cuanto más cerca de su boca, el pardo de mis ojos transmuden al infinito rosal de mi locura?

Acariciar con mi falta de práctica, contando las pecas de su espalda.


Espuma entrecortando las vísperas de melodías, centenares de fulgores imitaban el reciproco fuego de nuestras pieles. Alabardas durmiendo en los lunares de esperanzas carcomidas. Las venas de cerezos de cabellos dormían cerca del campanear de bocas.

Llanto forma el desliz del vino sobre vientres, delicado Aranjuez mancillando templados acordes de gemidos. El lago muere por reflejar la gracia de tus pechos, pero envuelto en llamas crispa al eclipse que la candela de instintos sabiduría mermó…


El olor de cabellos arrebata vicios, era demasiada la necesidad de tener manos entre labios y hormonas custodiando nucas. Horas ungiendo el gótico de luces envés, mientras hilvanas oraciones transpiraban; laberintos de pupilas trazaban los ayeres de nuestros espejismos. Ni cual capilla de Miguel Ángel ni Gutenberg escribano, pudieron dejar semejante prado de tertulias almizcladas en mi espalda, vientre y cerebro.

Caronte remedio el de tus piernas amasajando la pueril humedad de mi entrecejo.


Creo que la mansa brusquedad de espasmos en mi cabeza, de aquella sin-locura de mis venas, no podrá detener el vaivén del Goliat arramblado en la puerta de tus caderas. Mi mujer de ayer, mi amante de girasoles; esta noche la esfinge devoró lo impío, inmoló la corriente de aminoácidos mezclados por nuestras bocas y manos.

Mi muerte cual arco iris; negror clamando saciedad, blanco la petición de volver atrás.

Oropel aciago, la herradura de tus manos cual alfaguara truncó el rebaño de mi cabeza…


martes, 2 de junio de 2009

Azul de mediodía

Cerca del ocaso de una vida, cerca de la vida que no era del todo mía; un te negro, amargo como me gusta, se encontraba en mi lengua haciendo juegos de azar, ungiendo milímetro a milímetro dientes, paladar y bacterias envés, cada vez que tragando saliva el amargo me llevaba al 25 de marzo.

El amargo puro de vainilla, combinado con el café de tu boca, recordaba cada efluvio, cerraba los ojos y los cuerpos cual enjambres pasaban otra vez frente a ojos nuestros. Tomaba tu mano con pudor, ganaba sonrisas y quemaba cenizas en cada beso.

No era más allá de las 6 de la tarde, llovizna copulaba con las marquesinas, con los cristales donde estábamos. Éramos amantes ocasionales, jóvenes de 100 años, el común denominador de nuestra charla, iba dirigido hacia nuestros hijos.

Una vez hace décadas, novios y virutas sobre el aire fuimos. Conocía cada poro de su imaginación, podía hilvanar entre sus cabellos Valkirias anaranjadas y recitar a Mozart entre gemidos, nacidos de un cuello magullado por dientes, paladar y más.

Recordé ese día porque igual que hoy me encontraba con ganas de asir el rojo de piel y formar constelaciones con lunares míos y tuyos; porque ese día que sentados tomábamos el uno al otro en un café del centro de la ciudad, vimos salir del baño a tu marido muy cariñoso de un amigo.

Hoy vi a un amigo salir con el marido de una amiga, muy cariñoso, en este café llamado “Azul de mediodía”.

miércoles, 27 de mayo de 2009

La ultima rana del cielo

Un día más, un milenio menos, la dulce melancolía de las paces sobre los tules de aire, aquellos que menguan cuál garúa entrelazada, no es una hora más ni un suspiro menos. No. Sólo es la noche sin sueño.

Encontré cual priorato mi cáliz en un sueño sin igual, fue como si un oso encontrase el ADN de mi vida en sus garras sin afilar, una nueva manía, una noria se apoderaba de mi cada vez que miraba al espejo, lo veía y el agua de su reflejo me regresaba lo dulce de mi tatuaje, ese que me hice hace 20 años en un día cálido.

Era mediodía y siguiendo a la novia de ese entonces, quisimos retratar nuestro amenazante keroseno, sabíamos que no daba para más y así fue al mes siguiente terminamos peleados y solos otra vez, ese día ella bosquejo una sonrisa en mi piel, quería un corazón, una flor y un cráneo y sobre estos su nombre y el mío. Pero fue un sabor amargo, un hastío, una congoja sobrevino en unos momentos antes de empezar la usanza descrita, opte por un tatuaje algo rosa, sin sabor para ella pero para mi fue un catalizador que en mis noches de ausencia me serviría de motivación, una pequeña muñeca de porcelana a la que triste y audazmente llame: Ángela. Era una graciosa niña de casi 10 años, sentada en mi hombro izquierdo jugando con una cajita de música que tocaba sin parar, Para Elisa de Beethoven. Sonreía, Ángela, corrompida por la aspereza de piel magra.

Mi cáliz ese día fue un artículo en una revista de moda, no recuerdo el nombre, porqué no la frecuento como quisiera, me la encontré en la sala de espera de mi dentista; fui porque tenía ya una muela del juicio que no me dejaba en paz. Ahí tras un tópico salaz, se anunciaba la colección de ojos pardos, de vidas frías, de madera, porcelana y de plástico. Todas ellas vestidas de forma suculenta, unas con jersey, otras con vestidos estilo María Antonieta, otras más con vehementes trapos que no empobrecían solamente los cristales. Todas ellas sonrientes, serias. Tal como las amaba.

Muchos decías que mi plangonologia, el fino arte de coleccionar muñecas me hacían ver cuál pedófilo de closet. Sin embargo todos los sábados, me ungía con el mejor de mis trajes, a veces unos carmesí, otras de lino blanco y sudadera pastel, por poco parecía un tipo de esos frágiles, de hijos de mamá, pero nada de eso, solo me gustaba estar presentable para que ellas, mis amadas muñecas se enamoraran de mí.

El domingo de la semana siguiente cogí un paraguas color negro, con una empuñadura en forma de cabeza de águila, un presente del lugar a donde iba cada seis meses, desde casi tres años, para poner en mi cuerpo una tras otra, las apacibles miradas de mis querubines, en total llevaba cerca de 9, seis hechas en ese mismo lugar, uno muy cercano al centro de la ciudad, y los restantes en una playa del sur del país. Ellos al ver como un día caía el agua como exangüe me prestaron la sombrilla del dueño, pero por costumbre no la regrese. Ese día también llevaba una gabardina color caqui, vestido casual y con un portafolio color tabaco cruzado en mi pecho donde cargaba siempre a la madre de Ángela, la carismática Teressa, un ser cuyo rojo en pelo hacia más un poco más furtiva la sonrisa de ella.

Visitamos cada aula como dos amantes en su noche de bodas, ella bailando un vals del cielo, yo recitando el verde de los ojos de cada uno de las muñecas, fuera el día iba durmiendo, una tormenta venía del este del país, viento leve y lluvia ligera, eso decía el canal del clima en la mañana, el paseo duro alrededor de dos horas, con todo y una refrescante comida, un vino tinto, un tempranillo Malbec Argentino, y unos entremeses llenos de paté de pato, salmón, todo lleno de oropel sin necesidad, lo único rescatable era poder comer sintiendo las miradas de cada una de las presas, de las que Vivian en el recuerdo de las marquesinas, de los rojos terciopelos y de las sillas llenas de ostentosidad donde cada día y noche permanecían adornadas, sentadas con las piernas como señoritas, siempre dulces y hermosas.

Esa lluvia me recordaba los días en las playas, cuando sentado cerca del mar junto a una dama que apenas había conocido, se llamaba Carmen, de tez tostada por el sol y cabellos negro, me recordaban como cuando estando junto a ella, el río de las cercanías arreciaba sus embestidas al océano, las nubes en negro verde se avecinaban. Recuerdo que cerca del crepúsculo, cuando el día caía, las nubes se tornaron de un color extraño, algo parecido al ocre y al azafrán, Carmen se divertía viendo, contando las gotas que se atrevían a besar mi cuerpo; el viento cesó, el aire empezó a oler a camarones fresco y, veía como claramente en el cielo se abría un hueco de donde caían peces, renacuajos y algunas sanguijuelas y así todo paro, de súbito, y entre las porcelanas de los dedos de Carmen la última rana del cielo calló.

Plangonologia.- Arte de coleccionar muñecas.

jueves, 2 de abril de 2009

De aquella libertad

 

continuación de “Círculos”.

No quiero inspirarme en las noches llenas de sal, de los días en que las piernas son mas que básculas, no quise tomar la cerrilla y esparcirla por dentro de oropeles.

De aquella libertad, cuando niño orinaba pantalones y seguía jugando con mi perro-compañero, de aquella libertad cuando ungido por cadavéricas pieles, teniendo 20 años, seguía jugando con amor-fausto.

De aquellos círculos que trace con mies, esculpiendo los evos de las circunstancias conscriptas, corrompiendo las deidades de los hijos de dioses impuros. de esos inconclusos que adoran la muerte del poeta.

No quiero ver mi cara envés en el filo del espejo, cuando las navajas estiras dibujen con pasión, casi con miedo cerca de aquellos que fueron faros, de aquellos que fueron sendas de riego, no quiero tener el tacto erudito del cobre para el aqueronte.

Tuve lo que necesite, sacrifique hasta mis dedos, morí por compasión. La muerte es deliciosa cuando la llamas a cuentagotas, cuando asiendo unos cabellos arlequines murmuras a sombras que Dios es el goce, que el Diablo es la túnica de tu piel y que Buda es la cúspide ensangrentada de boca y falo.

Necesite de mil auroras, de mil cuatrocientos tres versos sicarios sobre ti, sobre las campanas del desayuno, necesite escribir las odas de caderas, del Aranjuez del sexo ajeno, llamar al desierto hermano, pedir a la luna el común denominador de alas coadyuvadas cual ambrosía empedernida, en pocas letras, necesite que las noches se pudrieran, que la madera rancia de mi ataúd cual avalancha rompiesen la mitad de mi vida…

Descubrir que soy el que no soy, el que no debió nacer y el que debió morir tres veces, no fue motivo para tomar a la Virgen como cruz de mis lamentosos días. insípido es ahora el recuerdo de tener a una mujer en ciernes, junto a su hijo en su vientre, recostada y pidiendo la punta de una lanza.

Ahora puedo decir que aquella libertad mía, fue autoimpuesta, ¿sabes? ayer me mire en un pequeño gorrión, esté me regreso su mirar y pronto bajo 2 toneladas se encontró.

Eres lo que debes ser… eres la existencia mínima del soliloquio de un poema hecho a la muerte, de una prosa de un ser incomodo viendo como el universo se llena de polvo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Inspirado en el Pánico, 3ra parte

Quisiera recordarte pura y hermosa cual gaviota sobre nieve ámbar, amarte sin sollozos, perdonar el frio tacto de la luz inerte, qué esta historia hubiese sido corregido sin presura y que nuestras vidas cual telón fueran el puro inicio de la remembranza de los cipreses.

Contuve la mirada entorno al espejo, sentí la necesidad del calor magra de pieles sobre mi, me quieté el saco y tras prender un cigarro corrí al baño baje mis pantalones y con puro instinto así mi pene erecto, el humo y el placer me acordaban que fuera no era día; del vapor de aquella noche cuando eyaculando en tu boca quise pasar el resto de mi vida en ti.

Antes de mi clímax recordé a Murakami, deseé que los tigres en mantequillas se convirtieran y que el mundo por un rato no tuviera cuerda, la ceniza caía sobre mi regazo pero absorto seguí con tal faena, mi corazón a punto de latir con otro nombre, mi alma salaz gritaba tu culpa, los cuerpo son fríos sin un prado de vellos.

Ese día al marcharme musité que te amaba más que la miel a la lujuria, que olvidarás al otro y marcharás junto a la puesto de los luceros junto a mí. No dijiste nada, ni adiós, tomaste la copa y seguiste bebiendo, supe que era un juego para ti y me excito de sobre manera.

Tras por fin acabarse mi cigarro, eyaculé con hastío, quiero enamorarme al final de mi vida y ser plural con los soliloquios de manos sobre cabellos, ser amo en la plusvalía de lamentos a la luna mediocre, ser tu amante junto al palíndromo de caricias, pero no puedo, esa noche acabaste egoístamente con mi objeto de placer, la vida tuya.

Recuerdo las noches cada año, mi lecho se tiende de lagrimas y las esferas de la primavera vagan en torno al ultimo suspiro mío antes del sueño, extraño la ropa sin arugas de tu piel, el vestido franco que al verme vociferaba exequias a mi piel.

Al llegar a mi casa, encontré un mensaje en mi grabadora, me llamó la atención que fueras tú una hora antes de vernos, todavía en está en el aparato tu voz…

Decía, mi sueño interrumpido, aquel que llamó Belcebú, el Cristo del crisantemo, el amo del paraíso neutral, ¿será hoy la última noche en qué pueda confesarme? Espero verte pronto y que saborear el vello público de la nobleza esgrimida…

Nunca. Ni en mis fantasías hablabas así. No logro comprender que quisiste decir.

Al día siguiente te encontraron atadas de manos y pies, ahorcada junto al respaldo del sofá, tu piel rezaba amores en finas hebras, el cabellos sediento de sangre cual tulipán sin polen estaba.

“La tierra es paraíso neutral”…esa noche sin dormir regresé al hotel a verte.