jueves, 5 de febrero de 2009

Inspirado en el Pánico, 3ra parte

Quisiera recordarte pura y hermosa cual gaviota sobre nieve ámbar, amarte sin sollozos, perdonar el frio tacto de la luz inerte, qué esta historia hubiese sido corregido sin presura y que nuestras vidas cual telón fueran el puro inicio de la remembranza de los cipreses.

Contuve la mirada entorno al espejo, sentí la necesidad del calor magra de pieles sobre mi, me quieté el saco y tras prender un cigarro corrí al baño baje mis pantalones y con puro instinto así mi pene erecto, el humo y el placer me acordaban que fuera no era día; del vapor de aquella noche cuando eyaculando en tu boca quise pasar el resto de mi vida en ti.

Antes de mi clímax recordé a Murakami, deseé que los tigres en mantequillas se convirtieran y que el mundo por un rato no tuviera cuerda, la ceniza caía sobre mi regazo pero absorto seguí con tal faena, mi corazón a punto de latir con otro nombre, mi alma salaz gritaba tu culpa, los cuerpo son fríos sin un prado de vellos.

Ese día al marcharme musité que te amaba más que la miel a la lujuria, que olvidarás al otro y marcharás junto a la puesto de los luceros junto a mí. No dijiste nada, ni adiós, tomaste la copa y seguiste bebiendo, supe que era un juego para ti y me excito de sobre manera.

Tras por fin acabarse mi cigarro, eyaculé con hastío, quiero enamorarme al final de mi vida y ser plural con los soliloquios de manos sobre cabellos, ser amo en la plusvalía de lamentos a la luna mediocre, ser tu amante junto al palíndromo de caricias, pero no puedo, esa noche acabaste egoístamente con mi objeto de placer, la vida tuya.

Recuerdo las noches cada año, mi lecho se tiende de lagrimas y las esferas de la primavera vagan en torno al ultimo suspiro mío antes del sueño, extraño la ropa sin arugas de tu piel, el vestido franco que al verme vociferaba exequias a mi piel.

Al llegar a mi casa, encontré un mensaje en mi grabadora, me llamó la atención que fueras tú una hora antes de vernos, todavía en está en el aparato tu voz…

Decía, mi sueño interrumpido, aquel que llamó Belcebú, el Cristo del crisantemo, el amo del paraíso neutral, ¿será hoy la última noche en qué pueda confesarme? Espero verte pronto y que saborear el vello público de la nobleza esgrimida…

Nunca. Ni en mis fantasías hablabas así. No logro comprender que quisiste decir.

Al día siguiente te encontraron atadas de manos y pies, ahorcada junto al respaldo del sofá, tu piel rezaba amores en finas hebras, el cabellos sediento de sangre cual tulipán sin polen estaba.

“La tierra es paraíso neutral”…esa noche sin dormir regresé al hotel a verte.

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