domingo, 26 de julio de 2009

Día de lluvia

Pensado en la semántica de los cuerpos, la televisión aprende el arte de no estar presente al tiempo que la excitación hace gala de anfitrión.

Sentado, invirtiendo mi tiempo en inventariar las emociones interrumpidas al unísono del ruiseñor con i de por medio, llego a una conclusión:

Un beso. Un cuerpo calmo. Un torrente angustioso de orgasmos, un país lleno de Alicia pero sin una verdadera dama. Dos milagros hechos piernas sureñas, bañadas en exangüe de besos. Tres pecados más cuatro embestidas presurosas y un lago cenit arramblado de letras sin dueños. Siete peldaños, en tres recamaras; las prendas adornando el ámbito frio de un directorio, que no está en el piso.

Cuatro gestos y nueve gemidos, la fogata in usar retrata sombras que no hacen el amor, solo juegan con astillas. Gobernando la lluvia, los días no mandan, sólo enaltecen las sobras de un ayer sin un mañana.

Ayer suspendí el idilio de un recuerdo y cual baile de noche, mi vestir fue hecho mierda con el adiós perenne del arcoíris.

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