sábado, 25 de septiembre de 2010

6:30 pm

Rugiente el péndulo de un ayer sin trémulo, la atmosfera se llenó de tu silencio entrecortado, miles de acordes-dedos musitaban un trinar de placer, el hombre no fue hecho para hacer esto, son las 6:30 y la melodía, el inventario de pieles empieza.

Mansamente comienza el delirio, nos ponemos máscaras; corrompemos las cortinas, la sala, los marcos de las ventanas nos regresan las miradas furtivamente. La sonrisa del reloj Gucci, crea la atmosfera perfecta,sólo la desnudes de tus huesos marcan las seis y treinta de la tarde.

Hilvano palabras de la radio con las de tus pechos, yuxtanpongo el ritmo del amor con la sensatez de un vaso de agua, Empieza y acaban, descubró como el personaje de mi pueril adulto, juega a ser olvidado entre tus besos; dejan de ser las 6:30.

Olvidarme
de la torpeza de tus
cabellos-serpientes
de
tu
quimerico
gemido, qué
cómo una sanguijuela estremese el tronco del delirio.

Enmedio de la cocina los ratones apuestan, el olor es de narcisos y yeguas pariendo flores. El ratón más viejo se acerca a ellos. Las seis treinta quedarón en el eterno vacio, ahora llegán los insectos y cual troya mi cocina rompé en un oasis... fuera de esto, el monstruo del armario se jacta; mi placer terminó, mi pareja cuál colibri duerme, los ratones y la cocina son presas, son matices de hierba arrancada, pero él, sólo él, es el señor de una vida, de aqulla que trasncurrio entre el primer segundo y el penultimo de las 6:30 pm