domingo, 1 de febrero de 2009

Inspirado en el Pánico, 2da parte

Quiero resarcir mi pasado, llevar mi cruz de otra forma y no ser más él que amaste. Dejar de venerar la tumba y el atrio de la memoria.

“La tierra es paraíso neutral” eso reza los caracteres tatuados en mi vientre, cuento las cicatrices de mis brazos, de mis piernas y la de mi nuca, siguen siendo 9 en total, cuando te conocí eran las mismas y ahora no han cambiado… desnudo encuentro el traje color Oxford que tanto odiabas, la camisa beige y la corbata color crema, de memoria y en automático unjo mi cuerpo con prendas sin aroma, sin un atisbo de algo.

Hace un año falleciste, hace un año llevaba es mismo color en mi vestimenta y oía a Wagner. Cantaban sobre las doncellas del Valhala. Te conocí en el peor momento de mi vida, y ahora sé que no debía haber acercarme demasiado, el egoísmo trascendió las pautas de la razón, mi desazón era tal que necesitaba un ser que arropara mis lamentos. -Recuerdas el agrio sonido del bajo que lloraba al claro de luna, de aquella luna que baño tu cuerpo aciago la noche en que musitamos discordias a las melancolías, a la religión- le musité al espejo.

El cloro en mi lengua aún vive ¿sabes?, aquella noche viendo cómo los muerciélagos bebían agua de aquella turqueza alberca, mientras tu yyo abrazados en discordías debajo del rosal casi desnudos; hoy frente a mi reflejo la sangre de mis yemas fluye, el olor d tus dientes en ellas es mítico, nunca imaginé que esa sería la última vez en ver tu amor.

Salimos presurosos, el traje Oxford corría mán lento, es noche la cita empezó al azar, nos encontramos cerca de tu trabajo, platicábamos cuando la hora de cenar toco a la puerta, el hotel de siempre, pero ahora cenamos en el bar, en el aire una pereza por subir a la habitación se hacia presente, tu cuerpo predecía el acontecer, besos, carias irrisorias, todo para que al final me fuera como sombra entre cadáveres...después de la cena me hiciste el amor cerca de la alberca y fue la primera vez que preguntaste que decía mi tatuaje, y hasta la fecha no creo que comprendas su significado.

Me obsesiona el espejo de sobremanera cual rutina las paredes de mi alma colapsaron, es irrisorio decir del frío calando los huesos, es estúpido cambiar mi cuerpo por el de las estrellas, cómo aquel día, nuestra penúltima cita, antes de salir de casa. El efluvio que en navidad me obsequiaste, a la casa la tomo por sorpresa saborearla de nuevo; nostalgia en el ambiente, la famélica botella está como siempre, casi nueva.

Elogiabas mi personalidad cual madre le pedía a su hijo que acabase de comer. Los encuentros de casuales a formales pasaron sin darnos cuenta, cena en casa de tus padres, desayunos en mi cama, fin de semana en algún spa de los suburbios, nada especial, nunca desde la hoguera sentí las voces de la infancia mía callar, te amaba, idolatraba la forma de moverte, pero la luz de aquella primera vez fue, era lo más cercano a completar mi estereotípico romance.

Fui a la cocina, una tradición de mi época de estudiante, llene un vaso con agua del grifo, lo bebí a la mitad, el sabor a cloro del filtro me recordaba el olor de la alberca. Vertí el agua en el desagüe y sin apetito volví otra vez al espejo, todo era igual, no había envejecido, los segundos pasaron pero mi piel era la misma.

Los senos invitándome a morder más que carne, no había luz eléctrica, solos junto a la ventana desnudos depositábamos besos y gemidos y cuál ranas la luna nos arrullo en el terraplén de la mustia habitación, usurpe muslos con las venas de mis sienes, colapsando en torno a la carne la luna llena esculpía arrugas sobre tez, esparcía runas en las sombras al azar, me veía como un niño entorno a un animal muerto y en el segundo posterior como un animal muerto en el regazo de una puta.

–Te amo- estoy seguro que fueron tus palabras al rocío de la música y del agua sobre tus labios, te amo susurro la sombra a los ojos de las manos de tu prometido. Mientras al otro lado de la ciudad tomaba el saco de una silla de ratán y me despedía con aires de señor de una mujer que conocí unas horas antes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Elogiabas mi personalidad cual madre le pedía a su hijo que acabase de comer. Los encuentros de casuales a formales pasaron sin darnos cuenta, cena en casa de tus padres, desayunos en mi cama, fin de semana en algún spa de los suburbios, nada especial, nunca desde la hoguera sentí las voces de la infancia mía callar, te amaba, idolatraba la forma de moverte, pero la luz de aquella primera vez fue, era lo más cercano a completar mi estereotípico romance.

Esta parte es mi favorita, por que son cosas tan simples,pero tan profundas que me parecen muy interesantes, te felicito, me gusta mucho aunque no se pero no se escucha como secuencia del otro.

Cuidate Loli jaja . Att. Angellie