lunes, 19 de enero de 2009

Dulce piedad, hermosos recuerdos

Recuerdo cómo las hojas de aquel viejo roble no paraban de caer, cómo la risa de los infantes se convertía en júbilo por la nieve al acercarse.

Siempre tomaba ese sendero por la rivera, con el sol a mis espaldas y los cerezos protegiéndome de la brisa y el rocío de la mañana.

De regreso, ya por la tarde, me sentaba en las orillas del parque en una vieja banca de madera; que era testigo de amores platónicos y de romances idílicos. Allí contemplaba el auge de la luna y cómo el sol regresaba a su morada a descansar.

Somos criaturas de rutinas.

Recuerdo que caminando entre apresurados hombres e infinidad de multitudes de mentiras. Pude a lo lejos percibir un aroma que heló hasta el caminar mío. Pero todo era gris, y no fui capaz de encontrarlo de nuevo.

Esa noche, en mis aposentos tratando de dormir, sentí esa fragancia que ahora despertó mi sed de amor.

Mi imaginación, mis sueños y deseos se fundieron tratando de darle un rostro, tratando de conocer su nombre.

Al siguiente día, todo mi mundo era ella, no podía caminar sin que mi mente y mi esencia se preguntaran si eras esa mujer que acababa de pasar junto a mí o aquella que de reojo ponía a temblar a mí andar.

Fui sin vacilar a aquella plaza de piso de piedras, pero no encontré nada. Busqué por todos lados un atisbo de tu esencia; encontré caminos vacíos, sombras fantasmas pero nada parecido a ti. Pensé que la tranquilidad de la rivera me ayudaría relajarme.

Recuerdo que camine horas y te extrañaba más, que recorrí muchas avenidas y me enamoraba más, solo el sonido de mis pasos en el pavimento era mi fiel compañero, el testigo mudo de amor y dolor.

Recuerdo que veía cómo el sol se ocultaba y te daba nombre y llenaba de caricias, pero el aire las tomaba y las esparcía entre las azucenas.

Todo pasa por una razón, había olvidado lo que es el amor, lo que profesaba pero no lo creía. Y heme aquí inspirado por un perfume.

Los fulgores del día acababan, sólo el reflejo en el río nos decía que había salido el sol.

Con mi andar cabizbajo, inmerso en pensamientos y deseos, esa dulce fragancia hizo que latiera aún más mi corazón…

Ahí, sentada al cobijo de los cerezos, con un mirada llena de vida e inocencia, se encontraba la ama y dueña de ese efluvio, del sortilegio que hizo de mis noches algo interminables.

De pronto sostuvo mi mirar, pupilas se dilataban, viento tomando cabellos cuál águila en caza, atardecer en ocre; sus ojos eran aún más hermosos cuando el sereno se acercaba.

La brisa, las nubes, las ondas del río, todo se apagó en ese momento; era como si en aquel perdido paraíso, sólo existiremos los dos.

Miré como se ponía de pie, se acercó a mí y pasó de largo, tras decir: Buenas noches.

El dolor y el placer convivían juntos otra vez, deseé que no fuera un sueño, que fueras real. De caminar seguro, de andar pausado, sin prisas, con un elegante porte. Pensé.

Y recordé como me gustaban las rosas rojas.

Estaba embelesado, la poca luz intensificaba el color de mi vida, el color de su presencia; la pasión, el romance todo mezclado tras el rojo de sus caireles.

No podía moverme, aún no quería moverme: el miedo a perder el retrato dejado por la figura o, encontrar con que me viera a lo lejos, en mí se precipitaba.

Ahora viene el dolor, pensé al llegar al pórtico de mi casa.

No sabía quien era aquel que me veía en el espejo, estaba confundido sin saber qué hacer. Soñé con su voz, sonrisa, rostro, sus besos perseguidos, miré al infierno y el color de sus recuerdos eran más devastadores, el cielo sólo rugía el sabor de lo inesperado como mis días.

Reía al verme así, me consolaba en los días que no la veía y trataba de olvidarla en las noches cuando mis sentidos captaban su reflejo.

Miles de planes a la basura, cientos de ilusiones, de anhelados deseos se conjuraban entorno de mis recuerdos, le daban nombre, vida. Tal vez era brujería llegue a pensar, ¿una criatura de rutinas?

Mi perfecto escondite se estaba destruyendo

La esperé un sin fin de días, viendo como se apagaba el sol y se encendía la luna.

Talle mi nombre en medio de aquel cerezo donde la vi, y como no sabía su nombre sólo puse: Angel y mi confortable anhelo; deseando que lo vieras algún día.

Repetí esa usanza por todo mi cuerpo, por todos los papeles que llegaban a mis manos. Todas las superficies eran presa de mis deseos y testigos de arrebatadas pasiones.

La pureza de la nieve, me recordaba su noble sonreír, el frío estremecedor hacia que mi sangre recorriera cada músculo y nervio mío, una sensación muy parecida a cuando…

A la distancia oí su risa, la seguí, la busqué, pero sólo el vaho de su vida encontré. Me arrodille y sentí el calor de sus pisadas y aunque patético, me sentí más vivo.

No podía seguir así; me di a la tarea de olvidarla, pero no podía, trataba de concebir otra vida para ella.

Poco a poco me fui dando a la idea de estar solo otra vez, pero el fantasma de su recuerdo estaba latente. No podía alejarme de aquello que me había traído vida, no podía. No quería.

Para mi suerte o desgracia, la encontré de nuevo, con la misma mirada, pero había algo diferente…, La inocencia seguía, el perfume también.

Mis recuerdos no eran tan exactos, eras mucho más hermosa ahora. Creo.

Estoy seguro que despertó de su pensamiento cuando la miraba impasse, con mi boca entre abierta e incrédula, sólo dijo: Buenas tardes.

Ni en mis más perfectas fantasías, tu voz sonaba tan sublime y dulce como aquel día.

La risa de los niños en alegorías estaban, la brisa se había detenido, todo ese espacio era regido por un ámbito idílico.

Tomé valor, ¿de dónde? No lo sé. Respire profundo y respondí: Buenas tardes. Mientras pensaba: mi confortable anhelo.

Ya no necesitaba más de mis sueños ni de ilusiones, ahora la tenía frente a mí.

Recuerdo cómo su mirar se perdía entre mis palabras llenas de miedo. No decía nada, sólo seguías mi boca con su nobleza. Y ahí estaba tan tranquila y yo muriendo por dentro, literalmente. Contemplaba la unión del reflejo de mi persona, del cielo y del poco sol.

Y reuniendo valor nuevamente, pude preguntar su nombre. En un eterno silencio, sonrío, clavó su ángel en mí. El perfume se intensificaba, se convertía en el aire de esa tarde, el rojo de ese ser me distraía de sus labios, sólo dijo entre aquella dulzura tan característica: Mi nombre es...

El sol de la mañana entraba a hurtadillas por entre mi ventana, abrí los ojos y mirando al infinito de su grácil presencia, sonreí un momento, sentía como mi corazón aún latía deprisa. Suspiré, tomé mi soledad. No era la primera vez que sucedía esto, y como deseaba que fuese la última. Y dirigiéndome al vacío de la vida, pensaba, no pudo haber sido un sueño. Reía para no llorar, y deseé con todo mí ser que fuera de verdad….

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo tengo una palabra que lo puede definir...DIVINO...

Kon ni chi wa Angel-sama ^_^

Etto...Etto...

Muy lindo, es sumamente hermoso, perfecto, es algo maravilloso, que desperto en mi un par de sentimientos que había olvidado...

Es simplemente hermoso, no encuentro las palabras adecuadas para poder describir todo aquello que la lectura me hizo sentir, a medida que mis ojos recorrian cada linea...

Atte... Sakurita-chan ^_^